El gran abrazo de Liz Callaway a Sondheim en una noche estrellada en el Real

Un artículo de Carlos Rivera Díaz con fotografías de Javier del Real

Agradecimientos: Inés Tostón (Departamento de Prensa del Teatro Real)

El pasado jueves el Salón de Baile del Teatro Real acogía en 3 únicos días la posibilidad de disfrutar de cerca de Liz Callaway, una de las artistas que mejor han sabido captar el alma de las canciones de Stephen Sondheim. Era su primera vez en Madrid como nos hizo saber enseguida en una noche mágica bajo el estrellado techo de esta sala en la que pudimos ver a la artista de la mano de la Fundación Amigos del Real.

La de Liz es una historia de amor por el compositor de Company fraguada a fuego lento. Precisamente fue ese el título con el que comenzó a amar al compositor. El primer musical que vio junto a unos padres que en el segundo, Follies, se removieron tanto en sus butacas que terminaron abandonando la sala. El poder de las letras de Sondheim sin duda. En poco tiempo estarían divorciados. Estos dos musicales precisamente ocuparon unos cuantos minutos del exquisito repertorio que partiendo del disco nominado a los Grammy To Steve with Love: Lizz Callaway celebrates Sondheim, ofreció también alguna sorpresa a modo de bonus track como el Being Alive que dedicó al exitoso Company de Antonio Banderas que admitió la hubiese gustado disfrutar en una noche en la que el malagueño fue precisamente premiado en los Latin Grammy. En el cercano escenario del Salón del Baile la acompañó al piano Alex Rybeck.

El delicioso Broadway Baby de Follies nos ayudó a desentrañar los primeros detalles de cómo la artista dio sus primeros pasos en el mundo del espectáculo como camarera cantante «y era una horrible camarera, pero había que pagar el alquiler». Y llegó el momento de su primera audición y para un musical de Sondheim y con dirección de Hal Prince. Marry me a little era su primera gran oportunidad y lo consiguió, pero tendría que esperar. Prince tenía que dirigir una ópera. Durante esos 9 meses la compañía se hizo una piña en unas fiestas en las que de vez aparecía el mismísimo Sondheim, para ella Steve un tiempo después, se ponía al piano y ella creía «estar en una película». El hombre que la había hecho dedicarse al teatro musical estaba junto a ella. Tras el estreno, el musical solo duró 2 semanas en cartel: «Como muchos no lo pudisteis ver, os lo voy a recrear». Y esa ‘recreación’ duró solo las 2 líneas solistas que tenía ante las risas del público. Poco se imaginaba la artista que mientras ella repasaba las líneas de la protagonista desde el patio de butacas, soñando quizás con ser ella la estrella en el futuro, le observaba y escuchaba el mismísimo Sondheim, el que se terminaría convirtiendo en su ‘old friend’.

Sunday in the park with George, su musical de Steve favorito. Ante esta confesión, una parte importante del público presente manifestó su aprobación. Para cantar la siguiente canción tenía un problema y es que era un dúo y ella actúa solo. Entonces pensó en alguien muy especial. Alguien que al igual que sus padres hicieron con Lizz ha ‘mamado’ desde niño el amor por Sondheim. Un entonces niño que adoraba la nana de Sweeney Todd, sí del brutal barbero de Fleet Street, ante la incrédula risa del respetable. No podía ser otro que su propio e imponente hijo, Nick Callaway Foster, que demostró con su intervención en Move on que ha heredado el talento de la madre para interpretar las partituras del genio Stephen Sondheim. Al final de la intervención, un gran abrazo que de alguna forma representa lo que hace la artista con el legado de un compositor que sigue moviendo y emocionando a las nuevas generaciones, gracias a la voz y la emoción con las que impregna Liz Callaway cada tema.

En el variado repertorio no faltaron canciones icónicas como la emocionante Send in the Clowns ni tampoco temas más desconocidos como I remember que levantaron dos de las grandes ovaciones del respetable. Uno de los momentos más divertidos de la velada fue cuando recordó la canción What Do We Do? We Fly? que unió al alimón el talento creativo de  Richard Rodgers y Stephen Sondheim que sigue ejemplarizando incluso hoy lo que supone volar para ella. Otro momento memorable fue cuando con la bendición del propio Sondheim interpretó la parodia de lo que supone cantar canciones del compositor con el título Another Hundred Lyrics. Aunque los nombres que más se repitieron durante la noche fueron los de su amigo Steve y el del director Harol Price, no faltó mención a la inolvidable Angela Lansbury con la que compartió proyecto hace varias décadas. El final, con el citado anteriormente Being Alive de Company, puso en pie al público ante una noche memorable. La guinda del pastel la puso para unos cuantos privilegiados la charla que mantuvo la artista con todo un experto en el legado de Stephen Sondheim: Alberto Mira. En resumen, una noche memorable para los amantes del teatro musical que esperamos tenga continuidad de alguna forma en la programación del Teatro Real y de la Fundación de Amigos del Teatro Real.

Tras el éxito en la Semana de la Ópera, «El retablo de Maese Pedro» volverá al Teatro Real en enero de 2016

El patio de butacas del Real se puso en pie ayer para aplaudir El retablo de Maese Pedro, el nuevo espectáculo de Títeres Etcétera, que volverá al coliseo lírico del 23 al 30 de enero de 2016

84bea270a4872f75b97e8c81b3995532_orig

Contaba Manuel de Falla que de niño jugaba a representar con marionetas las aventuras de Don Quijote. Cuando la princesa de Polignac le encargó que escribiera una obra para orquesta de cámara, no resulta sorprendente que el compositor recurriera a un episodio de la novela cervantina. El fragmento elegido fue el pasaje del titiritero Maese Pedro, que recorría la Mancha con un retablo para representar una historia de amores y persecuciones entre moros y cristianos. Y, cómo no, una vez más, el hidalgo protagonista de la novela, confunde la realidad con la fantasía y acaba emprendiéndola a mandobles con los pobres títeres. Para su estreno (1923), Falla contó con la ayuda de su amigo el pintor, grabador y titiritero Hermenegildo Lanz. El director de escena actual, su nieto Enrique Lanz, creador de la prestigiosa compañía de títeres Etcétera, recoge la tradición de su antepasado, y, en homenaje a dos genios como Cervantes y Falla, desarrolla un espectáculo mágico con marionetas gigantes que la compañía coproduce con  el Teatro Real, el Gran Teatre del Liceu de Barcelona, la Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera (ABAO), el Teatro Maestranza de Sevilla, la Fundación Ópera de Oviedo y la Fundación Teatro Calderón de Valladolid.

90e114c2b73f8296813b4e8694ad69d5_orig

Y de repente se hizo la MAGIA. Esta semana, el Teatro Real está celebrando la Semana de la Ópera. Ayer, los más pequeños fueron los protagonistas por la mañana con la representación de El retablo de Maese Pedro. La compañía Títeres Etcétera, Premio Nacional para la Infancia y la Juventud, es una experta en hacer soñar a los más pequeños de la casa. Ya lo hicieron con espectáculos como Soñando el carnaval de los animales las navidades pasadas en el Fernán Gómez por poner sólo un ejemplo. Como siempre, antes de empezar, algunas llamadas de atención de los mayores a los chavales, pero cuando empieza a sonar la música, silencio sepulcral. Parecen conscientes del lugar en el que están. Vamos, que el público estuvo a la altura del trabajo, del puro oficio de titiriteros de Etcétera. La compañía dignifica el mundo de los espectáculos ‘familiares’, les da sentido. Sus espectáculos crean afición por las artes escénicas, no tengo la menor duda. Sólo hay que ver el mimo que hay en cada uno de sus montajes. Y luego, llega la recompensa. Los niños, los críticos más sinceros y fieros, recompensan el trabajo de músicos, cantantes y titiriteros con una buena ración de aplausos, a la que se une el público adulto que redescubre en ese momento al niño que lleva dentro. Es una gran noticia saber que en enero volverán a hacernos viajar, a hacernos soñar que todo es posible encima de un escenario.

Foto de equipo.
Foto de equipo.

Miscelánea de unas semanas muy intensas DESDE MI BUTACA

Hemos comenzado el año a lo grande con multitud de propuestas. Como es imposible pararnos en cada una de ellas individualmente, pero no queríamos dejar pasar la oportunidad de hablaros de ellas, hemos decidido recopilarlas en este post en el que se dan la mano, como en este espacio siempre ocurre, el cine y el teatro. A disfrutarlo.

– Yllana triunfa con su Gagfather, que vimos en los Teatros del Canal. La compañía no deja de sorprender al espectador con este este nuevo espectáculo en el que además de regalarnos algunos momentos memorables en el plano gestual  marca de la casa, podemos disfrutar de esas máscaras grotescas que sirven para dar vida a estos singulares gangsters. Muchas risas, un poco de crítica y mucha mala baba. Si tienen oportunidad de verlos en gira, no dejen pasar la oportunidad.

– Richard Collins Moore se despidió (esperemos que nada más que temporalmente) de Oscar Wilde este pasado sábado en Nave 73. Infamia en Nave 73 es la constatación de que este actor de flema británica lo mismo te emociona, te hace reír que te sorprende seduciéndote en voz y carne del autor de La importancia de llamarse Ernesto. Un texto interesante, muy juguetón de María Velasco, pero que no olvida el drama de Wilde que tuvo que vivir ocultando quien verdaderamente era. Vayan a recibir La llamada de ese Dios pagano llamado Richard Collins Moore en la primera oportunidad que tengan.

10403643_254160748106821_267931846233841616_n

– José Manuel Zapata se lleva una ovación en el  Teatro Real. El pasado domingo pudimos disfrutar del ensayo general de Hansel y Gretel, una de las puestas en escena más imaginativas y coloristas  de las que se han visto últimamente en el coliseo lírico de Madrid. Fue sonada la ovación que se llevó el equipo de la ópera, muy especialmente la que recibió el tenor José Manuel Zapata que nos regala una Bruja siniestramente divertida. Es esta ópera especialmente apta para acercar a los más jóvenes a la lírica, avisados están.

r-HANSEL-Y-GRETEL-large570

La isla mínima comienza su exitosa andadura de premios con los Forqué. Pudimos disfrutar también de la impecable gala de los Premios José María Forqué. Llena de ritmo, estuvo conducida por una Ana Morgade que dio paso a la que, estoy seguro, será una gran temporada para La isla mínima.  Nuestro querido Javier Gutiérrez, uno de los premiados de la noche, manifestó que «Producir en estos tiempos es un acto heroicidad». Una heroicidad que en el caso de la excelente película de Alberto Rodríguez se está viendo recompensada. Es de justicia reconocer también  el excelente trabajo de organización de Zenit Comunicación, que se encargó de que los medios pudiesen cubrir la gala en condiciones óptimas, lo que lamentablemente no ocurre en todas las galas.

Birdman, cita cinematográfica  obligada para teatreros.  De esta película se podrían decir tantas cosas que es mejor que simplemente la descubráis. Estoy seguro que todos los que amamos y conocemos un poquito de las entrañas de este oficio entraremos en esta historia de una forma plena. Birdman es una de esas películas plenas, de las que sales del cine con la sensación de haber hecho un viaje y, cuando eso ocurre, es algo mágico.

«Muerte en Venecia»: Las últimas notas de Benjamin Britten

La última ópera de Benjamin Britten, Muerte en Venecia, recibe el aplauso del público en el Teatro Real de Madrid hasta el 23 de diciembre bajo la dirección escénica de Willy Decker y la musical de Alejo Pérez. Esta coproducción del Real junto al Gran Teatre del Liceu de Barcelona, estrenada en 2008, está protagonizada por el tenor John Daszak en el papel protagonista, al que acompaña el barítono Leigh Melrose, que se mete en la piel de hasta siete personajes distintos

26a771e25016c10e7f69cd85e3734984_orig

Basado en el relato Der Tod in Venedig (1912) de Thomas Mann, en la ópera Muerte en Venecia el escritor Gustav von Aschenbach, alter ego del compositor, camina inexorablemente hacia la muerte, cautivado por la jovialidad de Tadzio, encarnación de la belleza, el erotismo y la eternidad. Esta obra está tejida en 17 escenas, presentando una serie de complejos motivos musicales con una orquestación que se articula alrededor de los monólogos reflexivos del protagonista. La puesta en escena del Real tiene su mayor cualidad en la capacidad de crear impactantes, oníricas y sugerentes imágenes que quedan al instante instaladas en la psique del espectador. Sin embargo, la música de Britten, al menos en mi caso, no me terminó de convencer, o más bien… me dejó un tanto frío.  El recitativo ad eternum en que se sume el protagonista, aunque eficazmente ejecutado por el tenor John Daszak, no  tuvo la cualidad de conmoverme, cosa que sí pareció ocurrirle a buena parte del respetable que aplaudió con efusividad la partitura de Britten. Sea como fuere, Muerte en Venecia es una nueva muestra de que para ver una ópera en nuestro país la mejor opción es acercarse a este coliseo artístico.

469c1783ffc4b5e587d85beeec6f118e_orig