En un mismo día me entero del cierre de ¡3 salas! Me imagino un Madrid con un puñado de teatros solamente. Y veo una ciudad cualquiera, sin alma. Gracias a los musicales, Madrid se ha convertido en nuestro particular Broadway, en nuestra particular meca teatral. Esos espacios para los grandes espectáculos han sido el punto de partida a un tejido teatral que, ahora, parece que algunos, quieren tirar abajo. Sí, me refiero una vez más al asqueroso 21%. Puede que no hayan subido mucho las entradas de teatro, pero para los productores y compañías es una salvajada que les quiten ese porcentaje de sus emolumentos. Hoy más que nunca hacer teatro es toda una aventura, una odisea por conseguir llevar los sueños a escena.
Un tejido teatral que se ha hecho más fuerte gracias a los espacios ‘alternativos’ que llevan la magia del teatro hasta el último rincón de la capital. Uno de esos espacios, Garaje Lumiére, ha sido la última víctima de las nuevas «políticas locales» del ayuntamiento. Sí, no era suficiente con ‘matar’ la cultura con el puñetero 21% que también ahora se dedican a inspeccionar mal y tarde los espacios escénicos. Hoy domingo acudo seguramente por última vez a Garaje Lumiére. El protocolo se despedía de los escenarios hace unas horas. Será una de las últimas funciones que pasarán por el Garaje de la Calle Ciudad Real. El director del montaje, Rodrigo Claro, está haciendo unos ejercicios de calentamiento antes de la función. Comienza para «meterse en situación» leyendo unos versículos de La Biblia cual ritual iniciático en el mundo eclesiástico. Y, a continuación, los actores se convierten en animales y, desde esa emoción, deben convertirse en su personaje, jugar el roll que durante estas semanas les ha tocado llevar a cabo en la sala en la que vimos hace poco El perro del hortelano. Es el momento de las despedidas, de los agradecimientos por este viaje escénico en el que se embarcaron hace unos meses. Y salen de escena. El público entra y, por última vez, se volverá a sentir el veneno del teatro cuando las luces se apaguen y la función comience. Es un capítulo más de esta historia en la que esperemos sea solo el pen(último) capítulo de este Garaje tan teatral que llegó a la escena madrileña como un huracán alternativo con visos de quedarse una buena temporada.
Otro espacio que he pisado por primera vez el viernes es La Casa de la Portera. He tardado demasiado, pero al final he conseguido ver Ivan- Off. Llamamos al timbre y nos abre el actor José Martret, alma máter de este espacio escénico de insólitas características. Recorremos un pasillo lleno de objetos de decoración de lo más… inclasificables. Sí, eso es un cuadro de un pato gigante con senos y al ladito está un cuadro de la Duquesa de Alba. Entramos en el salón de la casa de Iván, ese personaje atormentado por su propia existencia, muy de Chéjov. Le da la réplica el íntegro médico que no hace más que repetir que su honradez es su gran cualidad. Y en el medio, una mujer enferma, Ana, que agoniza quizá debido a la mala vida que le ha dado su pareja. Todo lo que toca Iván termina desmoronándose en una espiral sin retorno. Para dar vida, alma y carne a este personaje José Martret contó con Raúl Tejón, un actor que va ganando a medida que la intensidad de su personaje llega a grados insospechados. Cuando se queda solo ante el público, su desgarro emocional se siente, sentimos su respiración agitada. El médico que le hace sombra está interpretado por Roberto Correcher, un actor muy conocido por sus trabajos televisivos, pero que siempre he tenido la intuición de que detrás de esa máscara con personajes como el de Yo soy Bea se escondía un actor con poso, con presencia, ¿Qué mejor reto que trabajar en un espacio escénico así? No es que apruebe con nota, sino que tiene una presencia escénica tal que nos resulta delicioso verle sobre las tablas. Otra delicia son ese trío de ases que conocemos en el cumpleaños de Sara, la otra enamorada de Iván. Nos recibe con amplia sonrisa la ‘usurera’ Silvia Leyva, con unas sandwichitos que el público degusta atónito al sentirse parte de la función. Otra clave del éxito es sentirse parte de la compañía, sin ninguna duda. Maribel Luis es una anfitriona deliciosa a la que acompaña con un sobresaliente trabajo Rocío Calvo. Y dejo para el final el arrollador trabajo de Germán Torres, un actor que consigue la complicidad del público desde que entra en escena. Tiene una arrolladora personalidad, mirada penetrantemente cálida y una contagiosa risa. La Casa de la Portera te abre la mente, ¿Quién dijo que no se podía teatro en cualquier parte? Larga vida a proyectos de esta grandeza artística.
¿Y qué tal si recuperamos la magia del Teatro Eslava? Los más jóvenes no sabrán que la mítica Joy Eslava fue un teatro de renombre en otra época. Nunca había pisado este local y asisto atónito a ver como el local sigue conservando la estructura del teatro. Maravilloso. Subo las escaleras y me topo con un cartel de El amante que ese hombre de teatro que fue Luis Escobar estrenó en 1967. Una obra de Pinter en plena dictadura, así como lo oyen. También fue templo de la desaparecida revista con títulos como La corte del Faraón y Ven y Ven. El sábado siento que de alguna forma volvió a ser el Teatro Eslava. Se estrenó El lamento de las divas, un maravilloso espectáculo que bebe del musical de pequeño formato creado para tres ‘monstruas’- como diría Rosario en el concurso en el que participó una de ellas- del musical, ¿Cual es la diferencia entre una diva de musical y una de ópera? se plantea una divertida voz en off. A la del musical se la entiende y a la de la ópera no, cierto, si yo les contara… En un tono socarrón, Eva María Cortés, Julia Moller y Dulcinea Juárez se pelean sobre el escenario para intentar ser la estrella que más brille en el firmamento. Tres momentos ‘mágicos’: Los dedicados a Rocío Jurado, Barbra Streissand y Whitney Huston. Un libreto divertidísimo redondea esta noche ‘divina’. Esperamos verlas hacer muchos ‘bolos’, se lo merecen, ¿Quién dijo que había que irse a Londres o Nueva York para ver a grandes profesionales del musical? Vayan a verlas y me cuentan si llevo razón…
Y hablando de musicales recibo hace unos días la noticia de que Stage, la productora de musicales como Cabaret o El Rey León, va a colaborar con Microteatro por dinero. Se van a hacer micromusicales, gran idea la de crear vasos comunicantes entre el pequeño y el gran formato. Gracias a buenas ideas también se sale de esta. Como la que tuvieron unos cuantos amantes de los musicales creando Fila Séptima, ellos se han encargado de comunicar El lamento de las divas y, ¡De que manera! Tres palabras les definen: Creatividad, ilusión y compromiso. Se embarcan en proyectos de teatro musical de pequeño formato, pero también serán parte del musical Karol Wojtyla, una superproducción internacional. Sí, montar una productora en mitad de la crisis puede ser una locura, pero la pasión que están poniendo en este proyecto puede con todo.
Otro espacio donde se crea la magia es el hall del Teatro Lara. Acudí a ver Cena con amigos, la ¿dramedia? romántica que ha dirigido Veronese. Es cierto que es incómodo tener que ‘esquivar’ las dichosas columnas para ver y sentir el espectáculo, pero es una experiencia tan especial ser parte de la obra que no hay impedimentos que hagan que la velada no sea perfecta. En este tipo de espacios se ve a los actores en su esencia, sin ‘adornos’. Siento que los actores se sienten desnudos, abiertos en canal y cualquier cosa, malditos móviles, les podría alterar. Esa Cena con amigos saca a la luz la separación de uno de los matrimonios alrededor de una rica tarta. Es el momento de las confesiones. Y sí, el otro matrimonio también tiene sus secretos inconfesables. Una historia con amores fingidos: «Ya no podía soportar recoger la mierda del perro e ir a buscar a la niña al tenis». Para Tomás, su falso amor implicaba esas tareas absurdas para él. Y entonces con la risa entrecortada, nos preguntamos, rastreamos en nosotros mismos cuestionándonos ¿En qué consiste ese amor para nosotros?, ¿En qué nos ha ‘tocado’ esta obra? Y nos damos cuenta de que asistimos a un soberbio ejercicio de teatro, sin adjetivos. Simplemente un teatro como reflejo de nosotros mismos, ¿Maravilloso verdad?
Y si las cosas no cambian, seguirán cayendo salas y Madrid se quedará desierta. Desierta de pensamiento, desierta de emoción, desierta de pasión por conseguir que cada noche el veneno del teatro llegue al público hoy más necesitado que nunca de que le cuenten historias que le hagan divertirse, emocionarse y, por supuesto, recapacitar sobre nosotros mismos, ¿Qué es el teatro para mi? Una pasión, una forma de entender el mundo… Todo eso y mucho más. Arriba el telón.