Luz Valdenebro: «Mi Pepito Grillo me dice que no me conforme»

Luz Valdenebro se convirtió en actriz el día que descubrió que esto del teatro se podía estudiar. Ella estaba estudiando danza cuando vio el cartel de «Escuela de arte dramático de Córdoba» y se lanzó a la aventura. Desde entonces, la hemos visto en series de éxito, en teatro y con algún coqueteo con el cine, que confiesa que es su asignatura pendiente. Ella no quiere quedarse con nada que decirle a los suyos, como su Chelsea de En estanque dorado. Sincera, divertida y llena de vibrante emoción desgrana para DESDE MI BUTACA algunos bonitos momentos que le han deparado esta función y su paso por el televisivo Gran Hotel, al que de alguna forma volvía el pasado fin de semana al regresar a Santander, donde se rodaron los exteriores de la serie. Ese día su Whatsapp echaba humo, sus compañeros televisivos querían saber cómo estaba siendo la experiencia de volver a la ciudad. Habrá larga vida para En el estanque dorado. Por de pronto, pueden disfrutarla en el Teatro Bellas Artes de Madrid. 

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En la obra En el estanque dorado compartes escenario nada menos que con Lola Herrera y Héctor Alterio…

Ha pasado volando desde que estrenamos y ya llevamos más de cincuenta representaciones. El día del estreno, se me acercó Lola Herrera, respiró hondo y me dijo que ella también lo pasaba mal. Y entonces, pensé que si alguien como ella se pone nerviosa, es algo normal esto de las cosquillas en el estómago. Ellos son maravillosos, simplemente con verles actuar es un deleite, siempre aportan algo nuevo a la función, eso te da una gran confianza. Que ellos estén en escena al principio de la obra te da seguridad para salir a escena, eso sí que es estar a favor de obra.

¿Cómo es la irrupción de Chelsea en la vida de nuestra pareja protagonista?

Cada día entiendo cosas nuevas de Chelsea. Puede parecer un personaje que viene a perturbar la paz de los protagonistas, pero viene por petición de la madre. Ella viene marcada por haber sido el blanco de los macabros chistes de un padre que en el fondo quería tener un hijo y no una hija. Viene a echárselo en cara con un niño, para que vea la guerra que dan los varones, pero contra todo pronóstico, se convierte en el centro de atención del padre. De alguna forma, él quiere recomponer los lazos afectivos entre ellos a través de este adolescente. Lo que me atrae de este personaje es que sabe decir lo que le duele, por qué le duele, sabe reconocer sus errores y pedir perdón. Está abierta a arreglar las cosas, a continuar dando pasos para esa plausible reconciliación.

Aquí y ahora, ¿Por qué el teatro es un buen lugar para contar historias para ti?

La gente tiene miedo a expresar lo que piensa y a nosotros muchas veces nos toca ser su voz encima del escenario. Nuestro objetivo principal es que el público salga con un tema del que hablar, que se genere el debate. Se echa de menos el ambigú, donde la gente comentaba la obra y se generaba conversaciones muy interesantes. Si conseguimos ese debate, nuestra misión está más que cumplida. Con En el estanque dorado me pasó una cosa muy fuerte…

Y de repente, la emoción se instala en su rostro…

Una señora se me acercó después de la función y me dijo que se había sentido muy ‘tocada’ por la obra. Ella no le pudo decir a su padre todo lo que sentía y ahora estaba muerto. Entonces me di cuenta de que yo no quiero caer en ese error. Yo no quiero irme sin decirle a mis seres queridos todo lo que siento. En el fondo, creo que el teatro sirve para despertarte algo que estaba dormido, algo que no te habías atrevido a decir hasta ahora.

¿Es el laboratorio la mejor seña de identidad del trabajo con una compañía como Animalario?

Desde luego. Las obras se preparan con mucho tiempo. Hicimos un taller un año antes de Urtain, pero sin saber si íbamos a estar en la obra. De hecho, muchos que no participaron finalmente en el montaje vieron reflejadas algunas de sus aportaciones sobre el escenario. Además, me encanta que sean tan inconformistas, no se callan, dicen lo que piensan. Animalario es mi cuna. Ya los admiraba de antes, fue un sueño hecho realidad poder trabajar con ellos. Ahora me estoy acordando de cuando vinimos a Santander con Marat- Sade, la que se lió… Un señor no me pegó de puro milagro. Alberto San Juan fue mi salvador. Me parece increíble que la gente vaya al teatro sin informarse, sin saber lo que se significan los actores de Animalario… Yo cuando voy a ver algo que me desagrada, pues me voy, pero discretamente, no montando el numerito. En el fondo, generó debate y eso le vino bien a la función. Se generaron dos corrientes de opinión, los partidarios de Marat y los de Sade. 

¿Con qué recuerdo te quedas de una experiencia como Gran Hotel?

Pues el recuerdo que se ha quedado grabado en mi mente es la última escena que rodé con Fele Martínez en el Palacio de la Magdalena. Los marqueses dejaban el Gran Hotel para siempre y, en ese momento, se fundieron realidad y ficción y nos dimos cuenta en la última secuencia de la escena de que esta aventura terminaba. Ahí fuimos conscientes de que se terminaba la serie. Miramos por última vez a la que había sido nuestra casa durante estos años y, acto seguido, Fele y yo fuimos conscientes de lo bonito que había sido ser parte de esa serie.

Y en esos recuerdos me imagino que también está Juan Luis Galiardo, que compartió su último trabajo con vosotros…

Coincidí con Juan Luis en su último viaje a Santander y la verdad es que es, lo ves aún le tengo presente, un tipo muy enérgico y carismático. Era un tipo arrollador, he conocido pocas personas así. Son las oportunidades que te da trabajar con Ramón Campos y toda la gente de Bambú.

Desde luego que los repartos de primera fila son una seña de identidad de Bambú…

Sí, de hecho, yo en la serie pude trabajar con alguien a quien admiraba tanto como Adriana Ozores. Cuando el primer día se me acercó y me dijo que yo era su favorita de Hispania, no me lo podía creer. El día de la despedida pedí una llave dorada que simulaba la llave maestra que llevaba Doña Teresa y se la entregué a Adriana. En ese momento, me dio un abrazo y me dijo que la habían preguntado por el mejor recuerdo que tenía de la serie. Ella había dicho que lo mejor había sido el beso que nos dimos el día en que nos conocimos. No me lo podía creer… Es una compañera excepcional y un ser humano maravilloso. Es mi ejemplo a seguir.

¿Qué proyectos tiene y con qué proyectos sueña Luz Valdenebro?

Todos los días me levanto con un pequeño Pepito Grillo que me dice que no me conforme, que siga luchando y trabajando para conseguir vivir de esta carrera de fondo que es la interpretación. Cuando tienes una gira tan larga, los productores no te llaman para hacer otras cosas. Tienes que decirles que estás aquí y que se puede compaginar con otros proyectos. Quizás, el cine sea mi asignatura pendiente. Quiero hacer algo de acción y si me tengo que rapar el pelo… Pues casi que mejor. (Risas)

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Héctor Alterio: «El teatro fue una terapia para mí»

Esta entrevista es más corta de lo habitual. El tortuoso tiempo del norte hizo que nuestro protagonista llegase empapado a la cita y eso perturba a cualquiera, pero él, todo un señor dentro y fuera del escenario no dudó un momento en atender a DESDE MI BUTACA a pesar de todo. Con él compartimos unos minutos antes de una nueva representación de En el estanque dorado, que hoy volverá a poner el cartel de «No hay localidades» en el Palacio de Festivales y que llegará la próxima semana al madrileño Teatro Bellas Artes. Una entrevista corta, pero intensa. Disfrútenla.

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¿Qué le cautivó a Héctor Alterio de En el estanque dorado?

Podría resultar a priori un hándicap la imagen que tenía de esta historia el público por medio de la película, que todo el mundo recuerda, pero realmente no lo fue. Es una función de teatro que en su traslación al cine no convenció al propio autor. Creo que la obra es mucho más profunda, incisiva y con un humor negro muy punzante. Tiene además unos diálogos muy realistas. Si a eso le añadimos la presencia de Lola Herrera esta obra es el regalo de cumpleaños perfecto. Lo que resulta más interesante de esta obra es que nos pone al límite, en esa frontera que está entre vivir y no vivir. Tenemos casi la misma edad que los personajes y eso hace que exista cierto paralelismo con nuestras vidas. Tal y como está tratado, el público se identifica mucho. Todos tenemos una abuela, un suegro o alguien en nuestra familia con características similares… Eso se hace más creíble por la forma en que el autor, Ernest Thompson, creó unos diálogos que esculpen a la perfección a los personajes. Todo ello hace de esta función algo lleno de verdad, muy creíble. Al final, el público sale satisfecho, agradecido por el montaje que le ofrecemos, como he podido comprobar en las 55 representaciones que llevamos hasta ahora.

Empecé en esto para protagonizar, destacarme en algo y superar la inhibición”, ¿Considera que el teatro le ayudó a sobrellevar mejor su niñez?

Esa máscara me ayudó a sobrellevar esa timidez, ese apocamiento, esa cosa casi enfermiza que tenía de quedarme ensimismado mirando a la nada… Todo eso se superaba con el disfraz. El teatro fue una terapia para mí. Además de entretenerme y entretener al público despertó en mi de alguna forma mi vocación. Creo que esa máscara ligó ese, en principio, entretenimiento a mi futura profesión.

Junto a Julieta Serrano en una foto de archivo de DESDE MI BUTACA.
Junto a Julieta Serrano en una foto de archivo de DESDE MI BUTACA

¿Se ha quedado alguna espinita clavada, alguna asignatura pendiente en su profesión?

Siempre, eso es inevitable. Tengo 150 películas y 80 funciones de teatro, pero no todas son buenas desde luego. Para compensar aquellos en los que me he equivocado, me enfrento a futuros proyectos en los que no reincidir en el error y poder subsanar los errores del pasado. Lo que si te puedo decir es que los fracasos no me tiran para abajo, me hacen superarme en mi trabajo. 

*Muy pronto DESDE MI BUTACA tendremos a otra de las protagonistas de En el estanque dorado, Luz Valdenebro

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Lola Herrera y Héctor Alterio abren la temporada del Palacio de Festivales

En el estanque dorado, Lutherapia y Distancia siete minutos , primeras citas destacadas de la nueva programación del Palacio de Festivales de Cantabria que incluirá también a otros nombres destacados como Arturo Fernández, Juanjo Artero y el exitoso musical Por los ojos de Raquel Meller

El pasado 2 de octubre se estrenó en el Teatro Principal  de Zaragoza una nueva producción de Pentación,  En el estanque dorado de Ernest Thompson, dirigida por Magüi Mira  y protagonizada por Lola Herrera y Héctor Alterio,  juntos por primera vez en los escenarios. Traducida a treinta idiomas y producida en más de cuarenta países, En el estanque dorado es ya un clásico del teatro contemporáneo. Se estrena por primera vez aquí, en España, en versión de Emilio Hernández. Así valora su directora Magüi Mira a sus dos protagonistas: «Con Lola Herrera  y Héctor Alterio, la emoción está servida. La lágrima y la risa. La belleza incontestable de dos grandes por primera vez juntos en las tablas de los teatros de España. Es un placer para mí. Va por ustedes», En palabras de Mira, esta obra trata sobre «La edad. El miedo. El amor. La soledad. La risa. La lucha por la vida dentro de una familia. La isla de esperanza frente al peligro de extinción: de la naturaleza, de la familia, de la pareja, de la vida. Una valiosa reflexión sobre lo difícil que es conseguir relaciones positivas. A cualquier edad. En cualquier momento. El goce es posible a pesar del implacable acoso del tiempo». Completan el reparto Luz Valdenebro, Camilo Rodríguez y Mariano Estudillo. Antes de hacer temporada en el Teatro Bellas Artes de Madrid, la obra pasará por el Palacio de Festivales los días 28 de febrero y 1 de marzo a las 20:30h en la Sala Pereda.

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La siguiente cita a la que no hay que perder la pista es la vuelta a Santander de todo un clásico, Les Luthiers, que debido al éxito de las inicialmente dos funciones, tendrán cuatro representaciones en el Palacio. Estarán del 10 al 13 de marzo a las 2o:30h en la Sala Argenta. Los cómicos argentinos- en el  sentido más amplio y enriquecedor del término- han vuelto a revolucionar España en unos en que el teatro no pasa por su mejor momento en cuanto a número de espectadores se  refiere con su Lutherapia. Sus señas de identidad: música, humor y… Mastropiero, ese gurú musical por el que sienten una admiración casi enfermiza. Estamos en una terapia de diván muy particular. Aquí se salta de la cumbia al gregoriano sin darnos casi cuenta. Les Luthiers explotan esas canciones tan divertidas y pegadizas que les caracterizan con un sentido del humor muy fino. El espectador cree que no se puede sorprender más cuando de repente se encuentra con un nuevo instrumento musical inimaginable. No hay que olvidarse de los  textos- brillantes- que nos transportan de la casa de unas ancianitas con barbas a un exorcismo  musical por la llegada al mundo del anticristo.  No es necesario vestuario ni escenografía, nos vale con el trabajo de estos sabios de la escena para ver sobre el escenario a los personajes más insólitos en los parajes más insospechados. Es la magia del teatro. Y el público entra en el juego imaginativo y aplaude cada ingenio humorístico del grupo.

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Cita destacada el viernes 21 de marzo a las 20:30h  en la Sala Pereda con Distancia siete minutos de Titzina Teatro tras su exitoso paso por el Teatro de la Abadía. Coincidiendo con el envío y aterrizaje del robot espacial Curiosity, Félix, un joven juez, se ve obligado a abandonar su casa, afectada por una plaga de termitas, e instalarse durante unos días en su antiguo domicilio familiar. Los interrogatorios en los juzgados, así como la convivencia con su padre, sacarán a relucir temas fundamentales, como la justicia, el destino y las fuentes de la felicidad. La compañía Titzina, que hace años presentó en La Abadía Exitus, conserva en este nuevo espectáculo sus señas de identidad -la apuesta por el teatro de creación, a partir de un trabajo de campo, y la combinación de drama y comedia- para hablar de la felicidad, de las distancias entre seres humanos, de curiosos paralelismos y destinos interconectados que escapan a nuestro control y nos impiden saber cuándo ni cómo empiezan a definirnos.

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