En las próximas semanas, nos detendremos en repasar los 20 acontecimientos teatrales de esta temporada 2012-2013. En esta primera entrega, fijaremos nuestra mirada en las versiones más interesantes de Shakespeare y Chéjov. Los hijos se han dormido, Las tres hermanas, Enrique VIII, Ivan- Off y Tempestad son los montajes que destacamos DESDE MI BUTACA.
Érase una vez una compañía española que triunfó en el Globe, el templo escénico londinense que conoció las glorias y fracasos de William Shakespeare. Rakatá ha conseguido un espectáculo redondo que se pudo ver en los Teatros del Canal. No es Enrique VIII el título más significativo de la carrera del dramaturgo inglés. Entre su dilatada colección de relatos en los que la ambición, las intrigas y el amor hacen su particular Juego de tronos, este texto no ha sido precisamente el más representado. Rakatá se enfrenta al autor de Romeo y Julieta con el texto más spanish por la presencia de Catalina de Aragón. En este texto hay intrigas palaciegas, amor, ambición… Todo ello con un rey ‘manipulado’ por la iglesia. “Su temible majestad” cae en las manos (y el talento) de Fernando Gil. Le da la réplica una Catalina de Aragón en la voz y en la carne de Elena González, una actriz que brilla con esta reina desterrada y descarnada por el dolor. Para ella fue una de las grandes ovaciones la noche del 23 de septiembre, cuando el espectáculo cerró etapa en los Teatros del Canal con llenazo. Citemos más nombres del reparto: Jesús Fuente, Alejandro Saá, Daniel Moreno… Del primero al último, magníficos. Cierto es que el texto adaptado por José Padilla aún podría ser más redondo con un nuevo ‘tijeretazo’ para concentrar aún más la intensidad del montaje, pero es una percepción totalmente personal. Con dirección, acertadísima, de Ernesto Arias, Enrique VIII da un pistoletazo de salida de lujo a la intensa temporada teatral madrileña.
“Ese actor está un poco exagerado”, dice uno de los asistentes a la representación. Parece ser que la visceralidad imperante en los montajes de Veronese no convence a los públicos más tradicionales. Daniel Veronese ha dado vida a los personajes de La gaviota convirtiéndolos en personas de carne y hueso, ha conseguido que el hierático Chéjov nos parezca un autor del siglo XXI. Ha tocado parte de la letra del autor de Las tres hermanas, pero no es una adaptación libre de esas que sitúan a El Rey Lear en Marte. Simplemente, ha eliminado parte de las palabras que ha transformado precisamente en acciones, lo que confiere al montaje un dinamismo que se agradece. No vemos el teatro instalado en los jardines de la casa ni la representación que allí se produce, pero gracias a la magia del teatro lo ‘vemos’. Hablemos de los actores por orden de aparición- tal cual aparecen en el programa del Español. Imponente Malena Alterio como Masha, un juguete roto por un amor no correspondido al que sustituye por un casamiento que no la convence con el maestro. Él es Diego Martín, que imprime en uno de los escasos silencios que tiene la función todo su valor interpretativo.Vemos a este pobre hombre hundido, ninguneado por todos, incluida su propia mujer. Miguel Rellán es el ‘soñador’ Sorin. ¿Qué decir del reciente Premio Ceres? Sobran las palabras, hasta dormido- ojo a una escena en la que habla en sueños, simplemente genial- demuestra su dominio escénico. Pablo Rivero es el infeliz Tréplev, acechado por su propio fracaso como escritor que cuando torna en éxito se convierte en anhelo amoroso. Sufriente y al borde del abismo, Rivero firma un trabajo espléndido, el más ‘visceral’ de la función. Su amor no correspondido es la revelación de la función: Marina Salas, maravillosa en su Nina. Malena Gutiérrez y Alfonso Lara son un infeliz matrimonio marcado por el amor de ella por el médico. Aníbal Soto tendrá la difícil tarea de mensajero de malas noticias en la dolorosa escena final. Susi Sánchez brilla en la piel de Arkadina, ese personaje egocéntrico hasta la médula, que no sabe ver más que sus glorias sobre el escenario y que no ha sabido curar a su débil vástago. Maravillosa. Ginés García Millán como Trigorin, simplemente de reclinatorio. Todos los personajes viven en el abismo. Este remolino escénico en que la fama y los amores anhelados se tragan a estos sufrientes personajes convence al que aquí escribe y mucho. Lo del señor de antes, da lo mismo, para gustos se hicieron los… teatros.
Entramos en el salón de la casa de Iván, ese personaje atormentado por su propia existencia, muy de Chéjov. Le da la réplica el íntegro médico que no hace más que repetir que su honradez es su gran cualidad. Y en el medio, una mujer enferma, Ana, que agoniza quizá debido a la mala vida que le ha dado su pareja. Todo lo que toca Iván termina desmoronándose en una espiral sin retorno. Para dar vida, alma y carne a este personaje José Martret contó con Raúl Tejón, un actor que va ganando a medida que la intensidad de su personaje llega a grados insospechados. Cuando se queda solo ante el público, su desgarro emocional se siente, sentimos su respiración agitada. El médico que le hace sombra está interpretado por Roberto Correcher, un actor muy conocido por sus trabajos televisivos, pero que siempre he tenido la intuición de que detrás de esa máscara con personajes como el de Yo soy Bea se escondía un actor con poso, con presencia, ¿Qué mejor reto que trabajar en un espacio escénico así? No es que apruebe con nota, sino que tiene una presencia escénica tal que nos resulta delicioso verle sobre las tablas. Otra delicia son ese trío de ases que conocemos en el cumpleaños de Sara, la otra enamorada de Iván. Nos recibe con amplia sonrisa la ‘usurera’ Silvia Leyva, con unas sandwichitos que el público degusta atónito al sentirse parte de la función. Otra clave del éxito es sentirse parte de la compañía, sin ninguna duda. Maribel Luis es una anfitriona deliciosa a la que acompaña con un sobresaliente trabajo Rocío Calvo. Y dejo para el final el arrollador trabajo de Germán Torres, un actor que consigue la complicidad del público desde que entra en escena. Tiene una arrolladora personalidad, mirada penetrantemente cálida y una contagiosa risa. La Casa de la Portera te abre la mente, ¿Quién dijo que no se podía teatro en cualquier parte? Larga vida a proyectos de esta grandeza artística.
Cuando las luces se apagan y el escenario se ilumina, el espectador espera vivir una aventura, que le cuenten una historia que le haga viajar gracias al poder de su imaginación. Muchas veces se puede llevar un chasco, pero cuando surge la magia es algo inolvidable, algo que te llega muy hondo y que solo el teatro gracias a sus recursos de arte vivo puede conseguir. Sergio Peris Mencheta se tiró a la piscina con doble tirabuzón y posibilidad infinita de estrellarse en un acercamiento a una de las obras maestras de Shakespeare, La tempestad. Aquí torna en una Tempestad muy personal y esa es la clave del éxito del espectáculo que ahora se puede ver en el Teatro Galileo hasta el 2 de junio . Tempestadse encuadra en el ensayo de una nueva producción de la obra del autor bardo. Sí, es puro teatro. Los actores paran la representación cuando ven que les han cambiado el pie o cuando están excesivos en algunos pasajes. La versión va a la esencia del texto, coge aquellos elementos y aquellas partes del texto que cree que son esenciales para contar este cuento. En realidad, todo es un juego. El teatro es un juego, donde los espectadores pagan para ser engañados en un pacto previo que haces al pasar por taquilla. Los actores juegan a ser otros y aquí todos los actores interpretan varios papeles, subrayando ante el público este hecho, y nos resulta más creíble que en otros montajes con una veintena de actores. Se crea la magia. Se acepta el pacto espectador-actor y nos creemos en mitad de la tempestad, ¡Qué belleza de imagen se ha creado para recrear tal momento inicial del montaje! Tras un montaje de mujeres, Incrementum, Peris Mencheta se enfrentó a un montaje de hombres. Sí, como en la época del autor de Hamlet, es un hombre el que toma el roll femenino. Y de nuevo, la sensación de ser parte de un maravilloso juego infantil, ¿Quién no ha soñado alguna vez con surcar el mar en un barco y vivir una y mil aventuras? Por supuesto, sin un trabajo interpretativo colosal no sería posible conseguir la magia, que el espectador entrase en este juego de convenciones teatrales. Del excelente reparto de 8 intérpretes que interpretan la friolera de casi veinte personajes, me quedo con el trabajo superlativo de Victor Duplá y Javier Tolosa. El esclavo deforme de Javier Tolosa, mitad fragilidad mitad irracionalidad, es una de las mejores construcciones de personaje de la función, solo hay que ver las transiciones entre este Calibán y el ‘racional’ Alonso. Qué decir del Próspero y Antonio de Victor Duplá. Difícil adjetivar su extraordinario trabajo.
Y las luces se encienden al final del cuento, pero la sensación de haber sido parte de una experiencia tan emocionante permanecerá en el imaginario colectivo de los afortunados espectadores…
Con motivo del estreno en Madrid de Tres hermanas, DESDE MI BUTACA habló con Declan Donnellan que firmó esta brillante puesta escena en el Teatro Valle Inclán con elenco ruso. Sin duda, uno de los acontecimientos teatrales de la temporada. Recuperamos sus palabras del pasado octubre: «Es una obra extraordinaria y es muy interesante que transcurra en la misma época que Bel Ami. Habla sobre el terrible problema de creer en el futuro- realmente solo podemos vivir el presente. Es un punto de vista completamente fascinante y muy humano de nuestra capacidad para engañarnos. Chéjov se las arregla para llevarnos a amar a estos personajes que son auto-destructivos, graciosos, divertidos y tristes. Vershinin, Tuzenbach y muchos otros dicen barbaridades a veces, pero es fascinante escucharles. Sin embargo, Tres Hermanas funciona como una advertencia en contra de vivir en el futuro y creer que tenemos que proteger «cómo vamos a vivir». Con ello nos hacemos sufrir innecesariamente. El pasado y el futuro no existen: son los grandes engaños, el único tiempo que existe es el presente. Este aspecto nunca se ha hecho más evidente que en la obra de Chéjov. El único día para coger el tren a Moscú es hoy».