Concha Velasco: Memoria emocional de un niño que quiso ser ARTISTA

En días como hoy, tan tristes, tengo sentimientos encontrados. Por un lado, tengo ante mi la pérdida de alguien que gracias al camino que elegido ha sido mucho más que una actriz a la que he visto un montón de veces sobre el escenario. Por otro, pudo decir con orgullo que tuve cierta cercanía con Concha y eso es un privilegio que me ha dado mi trabajo. Aquí no leerán, para eso están las secciones de cultura de los periódicos, un parafraseo de su carrera. Aquí haré un acercamiento a la persona a través de mis pequeñas vivencias con la eterna chica yeyé.

Comienzo haciendo una confesión que no por tópica deja de ser real. Yo sí le dije a mi madre aquello de MAMÁ, QUIERO SER ARTISTA. Desde muy niño canté y participé en concursos emulando a Nino Bravo. Por eso, para mí encontrarme de niño con Concha Velasco fue una auténtica revelación. Tuve la inmensa suerte de que después de quedarme con la boca abierta viéndola en primera fila en Hello, Dolly! -gracias Reyes Magos por las entradas- pude conocerla en su camerino. Era además en un escenario simbólico para mí, la Sala Argenta del Palacio de Festivales de Cantabria donde años después como estudiante de teatro pude hacer el musical Oliver! Recuerdo cada instante de esa postfunción, como Concha abría de par en par las puertas de su camerino para recibir el cariño del público con su inseparable Paco Marsó. Esa noche le confesé que haría mi primera reseña sobre teatro sobre su Hello Dolly! Me dijo que se la mandara por fax y oh, destino, perdí la tarjeta y disgusto al canto- muchos años después en un rodaje de Cine de Barrio le conté la historia a la propia Concha. De esa noche mágica guardo momentos imborrables como esos autógrafos de la propia Concha y de mis queridos Marta Malone, Roberto Saiz y Juan Carlos Martín, con los que muchos años después hice un reencuentro radiofónico.

En este camino del periodismo tuve la suerte de cruzarme años después unas cuantas veces con Concha y desde los dos lados. Como entrevistador en entrevistas tan emocionantes y bonitas como la que la hice en su camerino del Teatro Arriaga cuando estaba ya sufriendo la enfermedad haciendo Hécuba. La artista se preparó para posar para mi modesta cámara. Se puso más guapa aún, si eso era posible y al final de la entrevista me dijo que no olvidara «mandar el enlace para el clipping de prensa». Hasta en eso estaba nuestra querida Concha.

En mi otra faceta profesional, la de agente de prensa, también de alguna forma fue una especie de ‘madrina’. Concha cumplía 75 años y cuando yo andaba dando mis primeros pasos en este camino se me ocurrió proponer que un grupo fuera a Cine de Barrio a cantarla el Cumpleaños Feliz. Bingo, mi primera tele como agente de prensa fue junto a Concha. Un programa inolvidable en el que viví de primera mano la profesionalidad de la artista que esperaba en plató los cambios entre actuación y actuación repasando guion y sembrando buen rollo con sus cariñosas palabras. Volvería un tiempo después al programa, esta vez de promo con mis queridos amigos de Teatro Tribueñe. Como siempre, fue Concha en estado puro. La vida profesional casi nos cruzó en una ocasión, pero no pudo ser finalmente y admito que es una espinita clavada, ese proyecto que iba a comunicar y que al final no pudo ser. Al menos pude coincidir muchas veces con Concha en noches tan bonitas como en la que recibió uno de los Premios del Teatro Musical en el Teatro Sanpol. De nuevo la vida poniéndola en un lugar y en unos premios que tendrían su lugar destacado en mi vida futura.

Hace un par de años quise despedirme de ella en el mejor sitio posible, el Teatro Arriaga. Aunque anunciaría su retirada unos días después tenía la sensación de que sería mi última vez para disfrutarla. Allí que me fui con mi amigo Adrián-«tienes que verla al menos una vez en la vida», para disfrutarla por última vez. No importaba que ya las fuerzas no fueran las de la actriz inmensa que en ese escenario me asombró con La vida por delante o aún a golpe de piernas de escándalo repasando su vida con Mamá, yo lo que quiero es bailar. Simplemente verla y sobre todo escucharla en esa representación de La habitación de María de su hijo Manuel -al que mando un abrazo inmenso en estos momentos- mereció la pena con ese discurso final que difundí en mis redes sociales. Era nuestra despedida querida Concha y ahora que te has ido solo puedo darte las GRACIAS por amar y dar dignidad a este sector que tanto he amado y de lo que tú tienes tanta culpa. Aquella noche a la salida, con mucha gente esperando a pesar del COVID que nos tenía sumidos en la tristeza entonces, quisiste sonreírle a tu público y me acordé de mi querido Juanjo Seoane que siempre me decía «hay pocas actrices que después de una doble función se tiren dos horas atendiendo al público a la salida y una de ellas es Concha Velasco». Dignidad hasta el último momento. Serás eterna en el recuerdo de tu público querida Concha.

Las reseñas de Alberto Morate: LA COARTADA. Tres minutos.

Hoy tengo que preparar la cena. Cortar las zanahorias y la lechuga, hornear el pollo. Tener la mesa dispuesta. Aunque me den temblores, aunque no recuerde, no sé qué hago con el cuchillo en la mano, ¿por qué me espanta este silencio de voces que oigo en mi interior?

Hay un espejo del tiempo pasado, pero en él no me reflejo. Solo se ve un monstruo y no puedo ser yo. Me hago preguntas y no obtengo respuestas, nadie ha muerto, tengo las manos limpias y lavadas.

No me hagáis repetir la misma historia. Aquello no sucedió. Tres minutos es toda una vida, no os queréis dar cuenta.

Quien pudiera hablar así es Ana (María Castro) ante un suceso que se nos desvelará despacio, cargado de intriga y recuerdos olvidados. Tiene que defenderse. No entiende por qué ha de ensayar La coartada si solo preparaba la cena. Es ella la que debiera hacer las preguntas. ¿Qué pasó que no entiende nada? ¿Por qué me quitaste la casa? ¿Por qué no vuelve mi amigo? ¿Por qué no me abrazas?

En el texto de Christy Hall, versionado y dirigido por Bernabé Rico, las piezas se van desencajando para mostrarnos un puzle roto imposible de componer de nuevo. María Castro en su personaje busca una sonrisa que no encuentra. Busca una hija en sus brazos que se desvanece.

Y el pollo sigue asándose en el horno. La lechuga está lacia, y aun así no quiere resignarse.

Dani Muriel y Miguel Hermoso instan con sus palabras a una mujer que hace oídos sordos. No podrán mimarla, no se deja, es un rescoldo.

La trama de la obra nos lleva a un mundo de desconcierto psicológico, pétalos de rosa que se desprenden de la corola, ascuas y cenizas que no están apagadas del todo. Ella mantiene la esperanza, contempla el mundo con otros ojos, no ve a su hija entre emocionales escombros, solo hay un paisaje de besos que se empeñan en difuminar en llantos de soledad, incomprensión y deterioro.

En el río quedaron unos zapatos, en el lodo los sentimientos de espanto que no reconozco.

Hasta aquí la declaración, no hay otra coartada, eso es todo, miren mis manos, no están ensangrentadas, oigan mi corazón, está desbocado y libre, no me comprenden, no salgo de mi asombro.

No tengo la culpa, aún vivo esos tres minutos que, para mí, lo son todo.

Alberto Morate tiene el teatro como modus vivendi. Durante más de 40 años ha sido profesor de dramatización, ha dirigido grupos de teatro, ha escrito obras y ha interpretado ocasionalmente como actor. Desde el año 2014 también reseña funciones y espectáculos. Realiza sus crónicas con un estilo peculiarmente poético, haciendo hincapié en el tema, y comentando las representaciones desde un punto de vista emocional, social y humano.

Las reseñas de Alberto Morate: «Thom Pain (Basado en nada), santo varón»

No me gusta la magia. O sí. Yo qué sé. Puede que los domingos sí y los lunes también. No es esa la cuestión. Es que amamos demasiado, creo yo. Y tenemos prisa y no tenemos sonrisa. Desde niños nos imaginamos cosas y suceden cosas. Va la vida entrando en nuestra sesera. Y la vida es incierta. Y leemos libros, (se leían), machacamos clavos, atamos cuerdas, hacemos de una nada un mundo, de un mundo una nadería.

Thom Pain (Basado en nada) nos habla desde la oscuridad, primero, y lo vemos, y después desde la claridad no iluminada de un candil de aceite. Es un santo varón. Pertenece a la vieja casta de los seres humanos de barrio y de seres únicos que te encuentras en las aceras cuando andas.

Es un texto de Will Eno que, por lo visto, tuvo mucho éxito. Y la gente no se marchaba en medio de la escena. ¿Qué se creen que han venido a ver? Juanma Gómez lo convierte, el texto, en un taciturno humano lleno de contradicciones y repleto de amargura, y hasta los topes de sentido del humor en un día laborable que nadie desea, y por eso es sábado.

Amamos mal y con esfuerzo. Somos uno aunque nos empeñemos en vivir en pareja. Y no tenemos tiempo y matamos el tiempo, pero que siempre nos quede la espera. Que nos espere la muerte a lo lejos y no haga la magia de aparecer cuando no se la llama. Somos espectadores de las palabras de este hombre que nos cuenta historias sin sentido o con la lógica aplastante de la incoherencia.

No hay rifa, no hay magia, no hay efectos especiales, no hay público, (¡ay, sí, que somos nosotros!), pero todo transcurre con la fluidez de la libertad de un día de marzo de 2021. Podemos ser lo que queramos. Podemos descubrir olores con la vista. Podemos huir sin movernos del sitio.

Eso es el texto diferente que entresaca con la producción de Arte&Desmayo, un escenario vacío lleno de gente. Un texto escrito que se escucha, se ve, se piensa y se digiere. Una historia de sombra de luz que muestra la inseguridad de lo comúnmente establecido.

Podemos hacer piruetas, magia que, en realidad, son trucos, hacer colección de amistades, conquistar corazones prometedores que dejan de palpitar nerviosos a la segunda cita, podemos rompernos la voz, ir creciendo de niños a adultos, santos varones, santas varonas, envueltos en el pecado de existir, de subsistir, de entender lo que no se comprende.

Es un monólogo de emoción humana. De palabras que se repiten, de acciones que se escapan del propio escenario, de pretexto para un texto que nos deja marcados sin marcas.

Alberto Morate tiene el teatro como modus vivendi. Durante más de 40 años ha sido profesor de dramatización, ha dirigido grupos de teatro, ha escrito obras y ha interpretado ocasionalmente como actor. Desde el año 2014 también reseña funciones y espectáculos. Realiza sus crónicas con un estilo peculiarmente poético, haciendo hincapié en el tema, y comentando las representaciones desde un punto de vista emocional, social y humano.

Las reseñas de Alberto Morate: CONQUISTADORES

La historia nos la contaron como si nos relataran una naturaleza muerta. Es decir, un bodegón de viandas, jarras de vino, animales sacrificados y aves con plumas, pero ya muertas, y en un rincón, llamando la atención, una copa de oro, esplendorosas monedas, quizás un arcabuz, y muchas sombras.

El nuevo mundo supuso el cuerno de la abundancia. Allí se encontraron patatas, tabaco, especias, mujeres semidesnudas, gente pacífica que no sabía de la existencia de Dios, quizás porque Dios aún no había descubierto esas fértiles tierras.

La codicia, las luchas internas, la soberbia, arrasando con todo, por más que dijeran que pasaran grandes penalidades y miserias.

Conquistadores, sí, avasalladores, dejando a su paso naturalezas muertas. Nos vendieron heroísmo y eran canallas de altanería y poca modestia.

Proyecto Cultura nos trae Conquistadores, de J.P. Cañamero, al son de las voces aquellas. De las voces y de las coces, de los personajes que huían de España para adentrarse en selvas inhóspitas, en mares azules, en ríos límpidos de impurezas, y empiezan las matanzas, los roces y los rezos, la búsqueda del dorado, el fin de imperios ancestrales que sobrevivieron ellos solos (hasta que llegó la mal llamada civilización) a la ignorancia religiosa, a enfermedades y pandemias, a palabras y letras escritas, a trajes de época, a rayos, vientos y tormentas.

Pedro Luis López Bellot dirige esta recreación con un ritmo endiablado, en hablado y en expresión corporal, con mucho gesto, con mucho gusto, con poco elementos escenográficos, solo una bañera, dos varas y un montón de personajes que aparecen y desaparecen siendo solamente tres en escena. Chema Pizarro, (no Francisco Pizarro, que también está en presencia), Francis J. Quirós y Nuqui Fernández (o Amelia David) según se tercia, aventurándose en esta conquista para que, sarcásticamente, con mucho humor, seamos nosotros los que decidamos qué es lo que nos queda.

Teatro de pelea, no tanto del absurdo, sí de referencias a la actualidad, porque es necesario que la historia y la memoria sean también de nuestra cuerda. Cuentan hasta cincuenta. 50 años de escaramuzas, de decapitaciones, de colones, católicos, balboas, alvarados, corteses, pizarros, orellanas,… y una mujer, también, Inés Suárez, que encontró agua en medio de la nada, pero que fueron miles las que se sometieron a vejaciones, a temperaturas extremas, a supersticiones,… para llegar algunas y otras quedarse en la cuneta. También estaban entre sus tareas las de ser pioneras de la libertad, las de ser gobernantas y gobernadoras, las de no ser simples recaderas.

Un montaje fresco fresquísimo, no dulce, pero tampoco amargo, al contrario, divertido, irónico, contemporáneo, dándole otro aire al lienzo de las naturalezas muertas y creando un paisaje de vidas humanas y existencia.

Alberto Morate tiene el teatro como modus vivendi. Durante más de 40 años ha sido profesor de dramatización, ha dirigido grupos de teatro, ha escrito obras y ha interpretado ocasionalmente como actor. Desde el año 2014 también reseña funciones y espectáculos. Realiza sus crónicas con un estilo peculiarmente poético, haciendo hincapié en el tema, y comentando las representaciones desde un punto de vista emocional, social y humano.

Las reseñas de Alberto Morate: NICO/ICON

Triunfar en la vida, en la soledad, en el arte, en la poesía, en la canción, en el cine, en la relación de pareja, en la relación con otras parejas, en la pasarela, en la pintura, en la música,… no necesariamente por este orden, ser icono, ser súplica, ser bandera, ser estrella, ser profundidad, ser mujer, ser alta, ser rubia, tener dignidad.

La maldición y el éxito. Cantar desnuda en la terraza de un hotel, probar las drogas, ser actriz sin interpretar, una carrera en solitario necesitando a mucha gente, tener un hijo y no saber quererle, la muerte prematura rodando en bicicleta.

Amor, llévame a tus laureles, préstame tu amor, no me des una oportunidad porque sabré aprovecharla, aunque no te enteres, amor. Devuélveme lo que no te doy, no me enseñes lo que no quiero aprender, cúrame este dolor que no tengo y deséame lo imposible.

A través de este peculiar personaje, Sandra Arpa idea, escribe y dirige una performance, un monólogo de voz hiriente, un soliloquio acompañado de una músico (Neus Ballbé, que lo hace magníficamente) y los espectadores. Que cerramos los ojos, que respiramos a través de mascarillas, que apenas nos movemos, que no nos perdemos detalle aunque estemos perdidos en medio de este icono, Nico/Icon, envueltos por música y sonidos, por imágenes, por luces calientes, envueltos en una alfombra de teatro esperando que Nico nos cuente su historia. La verdadera de las tres versiones. La falsa de las tres posibilidades. A, B o C.

Marina Esteve es Nico y, además, se parece. Se parece porque es ella. Y ella nos ofrece su sombra. ¿O es Marina Esteve la que proyecta la sombra, toda de blanco, sobre un lienzo blanco, con unas palabras que, como la alfombra a ella, nos envuelven?

Icono santo, pero al contrario, icono irreverente, icono no Nico, Nico de sus pasos, Nico eje, que en realidad se llamaba Christa Päffgen, pero escoge Nico porque quiso romper cristales, palos, hojas secas, piedras, agua que habla con ella, que canta con ella, materia espiritual de una forma de vivir que no se miraba en los espejos, sí en los ojos de la gente.

La que vivió una vida plena, la que murió sin conocer su muerte.

Alberto Morate tiene el teatro como modus vivendi. Durante más de 40 años ha sido profesor de dramatización, ha dirigido grupos de teatro, ha escrito obras y ha interpretado ocasionalmente como actor. Desde el año 2014 también reseña funciones y espectáculos. Realiza sus crónicas con un estilo peculiarmente poético, haciendo hincapié en el tema, y comentando las representaciones desde un punto de vista emocional, social y humano.

Miguel Rellán reúne en el Ateneo de Madrid a un elenco irrepetible en una valleinclanesca noche de teatro

La cita de ayer en un marco tan icomparable como el Ateneo de Madrid pasará a los anales de la historia de la escena española. Solo Miguel Rellán, uno de nuestros mejores y más queridos profesionales, podía reunir en un mismo lugar a tan esplendoroso reparto que ninguna entidad, pública o privada, podría permitirse jamás. Es normal que no quisieran perderse la ocasión destacadas personalidades del mundo de la cultura como Natalia Menéndez y Luis Luque del Teatro Español o Javier de Dios López, nuevo subdirector de Teatro y Circo del INAEM.

Como si de una alineación deportiva de astros galácticos se tratase, Rellán -que en esta ocasión ejerció de director- nos presentó a su dreamcast que fueron entrando bajo la ovación del público:  Ana Belén, Luis Bermejo, Javier Cámara, Belén Cuesta, Víctor Clavijo, Fiorella Faltoyano, Alba Flores, Mario Gas, Emilio Gutiérrez Caba, Julia Gutiérrez Caba, Carlos Hipólito, Jorge Perugorría, Carmen Machi, Blanca Portillo, Ángel Ruiz, Marina San José, José Sacristán, Camila Viyuela y Pepe Viyuela. Sí, todos le habían dicho que sí como confesó el propio Miguel Rellán ante el aplauso del respetable.

A partir de ese momento comenzó la magia de la palabra de Valle Inclán, del que no todo el mundo sabe que fue presidente del Ateneo allá por 1932, sucediendo a Manuel Azaña. Acompañados por la música en directo, los intérpretes fueron levántandose de su asiento cuando les tocaba descubrir su personaje ante el regocijo de un público agradecido que recompensaba cada aportación de estas primeras espadas de la escena con carcajadas y unas buenas ovaciones.

Ver a José Sacristán, Ana Belén o Julia Gutiérrez Caba convertidos en narradores y lectores con voz y tino privilegiados de las acotaciones pudo causar un regozijo igual al que tuvimos al ver como la sangre nueva, Alba Flores, se mimetizaba con el saber escénico de Fiorella Fantoyano.

Una extraña pareja de las muchas que pudimos disfrutar anoche, tanto o más que la formada por Blanca Portillo y Belén Cuesta, que en un ejercicio de generosidad se convertían casi en figuración especail con la misma pasión y oficio que derrochan en cada trabajo protagonista. Una sorpresa agradable ver por primera vez en mi caso al inmenso Jorge Perugorría junto a Emilio Gutiérrez Caba -más divertido que nunca-, Ángel Ruiz, Mario Gas con ese uso de la palabra y los matices que tanto nos sigue gustando, Víctor Clavijo, Carmen Machi, Carlos Hipólito, Luis Bermejo y Javier Cámara que nos llevaron a la carcajada constante con sus histriónicos personajes, Pepe Viyuela y su hija Camila -va a ser verdad que le va a la zaga esta genial intérprete- y el citado largo plantel del que destacaría a todos y cada uno por su entrega y dedicación a este cometido desinteresado y altruista.

Al final esta Farsa y licencia de la reina castiza, casi ni menciono el título por la emoción de semejante reparto, una larga ovación para el artífice de todo esto: Miguel Rellán. Una buena carta de presentación para la nueva etapa del Ateneo de Madrid, cuyo bicentenario ha sido declarado “Acontecimiento de Especial Interés Público”, y extenderá las celebraciones durante los años 2022, 2023 y 2024.

Las reseñas de Alberto Morate: NO MORDERÁS (si va a tener consecuencias)

Nada hay más aburrido que una noche de hotel en una ciudad ajena. Por eso hay que buscar un aliciente, una nueva compañía, alguien que nos saque de la rutina placentera de la convivencia aunque llevemos tres años juntos. La luna afuera nos contempla. Esperamos. ¿Quién vendrá? ¿Cómo nos sentiremos? ¿Habrá sintonía entre tres? ¿No sentiremos celos? No podemos hacernos los estrechos. La timidez no es nuestra bandera.

Y desde luego que no. Antes de que amanezcan lo primeros rayos de sol, todo lo veremos de distinta manera. No puede estar pasando esto. Eso solo pasa en las películas. Pero lo estamos viendo con nuestros propios ojos, hay una herida, sangra, ¿es la herida de la noche? ¿Es un sueño? ¿Alucinación?

Ante todo tenemos que defendernos, después de la alegría y el placer, la locura, esto no hay quien lo entienda. No me retengas, corazón, ayúdame a salir de este atolladero, ¿esto lo hemos desencadenado nosotros? No morderás si va a tener consecuencias.

Jonathan Espino escribe este drama sensual y feroz, este clamor de perdidos en medio de una noche de luna llena. Saquen conclusiones. O no. Quédense a la espera. No todo es salvaje ni sexual siquiera. Aquí hay un delirio inexplicable, un enigma de laguna negra.

Lo dirige Víctor Páez con Jaime Riba, Víctor Quesada y Fran Jiménez, que interpretan con solvencia lo erótico, lo juguetón, y lo escabroso con la misma fuerza. No morderás, y no hablo de la boca, ni de otros miembros o partes pudendas. No morderás porque estaremos abocados a hacer algo que nadie quiera. No morderás o tendrás que dar cuenta. Pero, una de dos, o nos amilanamos o mostramos fortaleza.

¡Vaya noche de locura de amor! ¡Atrapados en una amenazante destrucción! Que se haga de día ya, amor, que sea un sueño y todo vuelva a la bendita normalidad, al aburrimiento de una noche de hotel en una ciudad cualquiera. Pero no, la pesadilla continuará, o con eso nos advierten cuando las luces se enciendan.

Alberto Morate tiene el teatro como modus vivendi. Durante más de 40 años ha sido profesor de dramatización, ha dirigido grupos de teatro, ha escrito obras y ha interpretado ocasionalmente como actor. Desde el año 2014 también reseña funciones y espectáculos. Realiza sus crónicas con un estilo peculiarmente poético, haciendo hincapié en el tema, y comentando las representaciones desde un punto de vista emocional, social y humano.

Las reseñas de Alberto Morate nos sumergen en el estreno de HERNANI en el Teatro Lara

Anoche, el Teatro Lara acogió el estreno de Hernani y entre el público que abarrotó la Sala Lola Membrives no faltaron compañeros de profesión como Carlos Hipólito, voz en off del funcionario de prisiones, periodistas como Rocío García de El País e incluso la Cadena Ser. No podía faltar nuestro particular cronista teatral, Alberto Morate en una velada tan especial:

Reconciliación. Empezar a recrear el futuro sobre momentos aciagos. Y hacerlo con ingenio. Con humor, con sarcasmo, con crítica acidez, para limpiar el horror que supuso, durante muchos años, un período terrible de asesinatos, secuestros, extorsiones, traiciones, miedos, vacíos, mentiras, lágrimas… lo que parecía que no iba a tener fin.

Pero, afortunadamente, sí lo hubo. Y comenzó una nueva etapa que espero que se consolide en el tiempo. El del perdón, no el de la venganza. El de los vivos, no el de los muertos. El de los sueños que buscan realidades.

Es difícil, sí. Aún hay abiertas muchas heridas y quedan muchos malos recuerdos. Esperemos también que las amenazas hayan acabado. Y que los miedos y los rencores se hayan vencido.

En Hernani, (que podría ser Getxo, o Rentería, digo yo, que tampoco lo sé a ciencia cierta), de Fernando Erre, el autor nos enciende esa mecha, pero no de bomba, sino de buen diálogo, de situaciones tiernas, de frescura interpretativa, de posibilidades insólitas e inesperadas que sacan al espectador una risa de consuelo.

Hay que aceptar que los malos pueden dejar de serlo, que los buenos quieren sentirse satisfechos, que los hijos viven otros momentos.

Aquí, en esta comedia, de lo que se trata, es de ir estrechando relaciones, de ir comprendiéndose, de romper prejuicios, de doblegar orgullos, de empezar un camino nuevo.

Los actores, Josean Bengoetxea y Daniel Ortíz, se nos presentan cercanos, afectuosos, sensibles, a pesar de que se les rompan los esquemas sin ellos pretenderlo. Juanma Gómez los dirige insuflándoles tranquilidad, esa paz interior que están buscando sin saberlo.

Corren mejores tiempos en cuanto a terrorismo se refiere, aunque nunca se dé todo por concluido, pero ya era necesario verlo desde otro prisma, no se puede seguir vagabundeando en torno a lo que fue y nadie quisiera, ahora hay otros métodos.

El diálogo, siempre. El teatro, como es en este caso, y con mucho acierto. Y que el abrazo no sea disimulado ni en clave, sino real y sincero.

«LA NOCHE DEL AÑO» renueva su elenco en la Gran Vía de Madrid

Tras dos temporadas de éxito en los Teatros Luchana de Madrid, La noche del año continúa su tercera temporada en el  Pequeño Teatro  Gran Vía, donde se podrá ver en febrero los miércoles a las 20h y los viernes a las 23h 

• Protagonizada por Juan Barahona, Laura Oliver y Sara Herranz sigue arrasando la comedia de la que todo el mundo está hablando y muy pronto podremos anunciar más novedades en el reparto 

La noche del año nos presenta una puesta en escena sorprendente que hará que todo el mundo baile y cante durante la función.  VIviremos la nochevieja de nuestras vidas con este exitoso montaje de Opción Teatral Producciones, factoría creativa que esta temporada estrenará CONECTAD@S, DANCING QUEEN, SEÑALES, NO MORDERÁS y QUÉ INFIERNO DE CABARET entre otros espectáculos. 

Continúa el éxito de esta comedia festiva en el Pequeño Teatro Pequeño Gran Vía de Madrid. La noche del año, una comedia inmersiva dirigida por Víctor Páez y escrita por Carlos Mesa. Gracias a esta obra el espectador podrá disfrutar desde su butaca de la fiesta y lo que es aún más importante, del día de resaca de los protagonistas en un año en el que nadie ha podido bailar, disfrutar y reír como la vida merece. Siente en primera persona que esto no es una obra de teatro cualquiera, esto es una fiesta. En esta tercera temporada participarán Juan Barahona, Laura Oliver y Sara Herranz. 
Otra vez más, el elenco será cambiante y deberá el público estar atento a las redes sociales para conocerlo antes de cada función (@lanochedelano). Habrá nuevas noticias sobre el elenco muy pronto. 

UN  INTENSO 2022 PARA OPCIÓN TEATRAL PRODUCCIONES

Aprovechamos para presentaros a la productora detrás de La noche del año, con la que trabajaremos de la mano durante este año en sus producciones en Madrid y por toda España. 

La compañía Opción Teatral Producciones nace con un objetivo común en todas sus obras: En 2016, comenzaron su andadura en los teatros de Madrid con la obra «Una corbata para Monroe» , obra candidata a los premios Broadway World Spain. A partir de entonces, han recorrido gran parte de la cartelera del teatro off de la ciudad y han participado en diferentes festivales donde han alcanzado el primer puesto. Con más de 5 obras de teatro continuamente en activo y 4 microteatros, el pasado 2020 se hicieron con la cartelera madrileña gracias a la comedia «La Noche del año» , con más de 5 meses colgando el cartel de entradas agotadas y que todavía puede disfrutarse en los Teatros Luchana de Madrid. Formada por profesionales del sector cultural, esta compañía ofrece un servicio íntegro y profesional en cada uno de sus espectáculos a programar.
 

 Víctor Paéz, la mente creativa tras Opción Teatral Producciones

Nacido en Zaragoza (1992) y formado con grandes maestros del terreno de la interpretación y la danza, Víctor se consolida como director teatral revelación en 2020 tras su éxito con «La noche del año», siempre con una convicción de que el teatro no solo está para disfrutar sino también para aprender, consigue tratar temas sociales de una manera ligera y cómica en la mayoría de sus producciones. Todas ellas conformadas con un equipo de profesionales e intérpretes mediáticos para poder llegar a cada rincón del país. Priorizando siempre la visibilidad LGTBIQ+ en cada una de sus obras, consigue despuntar en el teatro comercial, y a su vez social, mostrando obras «rebeldes» pero con causa. La inmersión que sufren los espectadores en sus obras juega un papel ineludible que recrea y hace vivir una experiencia completa.
Esto es solo una pequeña carta de presentación. A partir de ahora os iremos informando de todas las novedades de esta factoría creativa que no va a dejar de sorprender en este 2022

«Viaje por la magia de Disney» del Sanpol o La historia de nuestras vidas por Alberto Morate

Walt Disney. La historia de nuestras vidas. De cuando éramos pequeños, de cuando nuestros hijos eran pequeños, de cuando nuestros nietos son pequeños.

Mis hijas se sabían diálogos y canciones de memoria. Y los padres/madres también, de tanto repetirlas y escucharlas. Y nunca cansaban. Pasaba el tiempo y se volvía a ellas. Por Navidad, por vacaciones, por Semana Santa, porque era domingo… Se colocaban enfrente del televisor y a disfrutar de la magia Disney, porque era eso. Auténtica magia. Y si se podía ir al cine a ver alguno de los últimos estrenos, mejor que mejor. Entonces era una fiesta.

Y, debemos confesar sin miedo, que a todos, grandes y pequeños, nos gustaban. En algún momento hemos podido decir: “qué ñoñerías, qué de almíbar”, pero estoy seguro que una lágrima de emoción se resbalaba por nuestra mejilla en algún momento disimulado y, desde luego, las sonrisas estaban garantizadas.

El colorido, el ritmo, los personajes malvados, los personajes tiernos, el enrevesamiento de la trama, la cuestión social, la defensa de la naturaleza, los roles asignados que fueron, poco a poco, perdiendo fuelle y reivindicando los posicionamientos de género, las hadas, los animales, la familia, el amor, la historia de nuestras vidas. Y las canciones. Siempre aderezadas con magníficas canciones.

Y eso es lo que hoy nos trae la impecable compañía La Bicicleta del Teatro Sanpol. Un Viaje por la magia de Disney. El tributo a aquellas cintas de inolvidables voces, al principio dobladas con acentos latinoamericanos. Era el color en la voz. Eran las coreografías y el ingenio, era la musicalidad de los sentimientos, eran los sentidos a flor de piel.

En el escenario, superando la imagen plana de la gran pantalla o de la televisión, los personajes más emblemáticos de la factoría Disney, se hacen reales, Mary Poppins, Aladdin, Mulan, Frozen, La sirenita, La Bella y la Bestia, Hércules, Enredados,… accesibles, sin traducción, sin doblaje, cantando en voz viva, clara y limpia, proporcionando emoción, diversión, participación,… acogiéndonos en el seno de los buenos recuerdos.

Disney descongelado. Sencillo, abierto, integrado en nuestras vivencias, con unos magníficos vestuarios y efectos especiales de escenografía y luces, a lo que ya nos tiene acostumbrados este Teatro de todos los públicos.

Títulos y canciones que recordamos como nuestros, intrínsecamente mágicos, alucinados de música y alegría. Inocencia recuperada que nos hace mejores.

¡Ojalá realmente fuera así la historia de nuestras vidas!

Alberto Morate tiene el teatro como modus vivendi. Durante más de 40 años ha sido profesor de dramatización, ha dirigido grupos de teatro, ha escrito obras y ha interpretado ocasionalmente como actor. Desde el año 2014 también reseña funciones y espectáculos. Realiza sus crónicas con un estilo peculiarmente poético, haciendo hincapié en el tema, y comentando las representaciones desde un punto de vista emocional, social y humano.