Carlos Kaniowsky, uno de esos actores que secundan decenas de películas y series de televisión tiene las ideas claras. Rompe moldes desmontando mitos como el de que únicamente la derecha censura o ese que pone al doblaje la etiqueta de invento franquista. No puede entender a todos esos ‘enmascarados’ que vociferan que la cultura debe ser gratuita: «Es como si yo fuese a una panadería y robase el pan». En una carrera tan dura como la del actor, en la que tantas veces no suena el teléfono, el doblaje se convirtió en un refugio para un actor al que hemos visto en series como «Desaparecida» e «Imperium», en las que trabajó con Ramón Campos: «Un ser con una creatividad productiva maravillosa». Ahora acaba de estrenar el cortometraje «Tu puto banco» de José Luis Santos y espera que en el futuro el teatro le vuelva a reclamar: «Esta profesión es absurda y de repente te pasas años sin recibir ninguna oferta» enfatiza este actor al que hemos visto en películas como «Noviembre» o «Imagining Argentina».
¿Es la temática de la crisis lo que te hizo aceptar ser parte de un cortometraje como Tu puto banco?
Creo sinceramente que se están haciendo demasiados trabajos sobre la crisis. Vale que el cine debe reflejar la realidad, pero es que se va a convertir en la temática única de nuestro cine. Si me atrajo Tu puto banco es por el humor que tiene y también por ser una producción bastante solvente. De hecho, me ha sorprendido lo bien que se han resuelto los temas de producción, casi como en un largometraje. Estaba todo en su sitio y funcionaba a la perfección.
¿Está el futuro del cine en manos de los cortometrajistas?
El cortometraje es la base creativa de nuestra industria audiovisual. Es cierto que, quizás, se hacen demasiados y que solo algunos de esos directores consiguen hacer un largo y cuando lo consiguen a veces no pueden tener continuidad. Tengo un amigo que ha dirigido dos películas con gran éxito y está viviendo de la docencia. Si existiese una industria cinematográfica real, esas cosas no pasarían. La cultura se basa en que la llama de la creatividad no se extinga nunca y eso está en la base de la pirámide, que en el caso del cine es el mundo del cortometraje. El trabajo pseudo aficionado está siendo una alternativa a la cultura convencional, muy especialmente en el campo del teatro. El Teatro La Guindalera es el paradigma perfecto de cómo sacar adelante un proyecto con la participación de la ciudadanía y con una calidad artística encomiable. Algunos creadores encuentran la tecla que conecta con el público y desde ahí desarrollan una carrera de éxito, pero no todos pueden conseguirlo.

¿Cómo fue el rodaje de Desaparecida?
Hubo muy buen rollo en el rodaje y, además, nos ocultaron la identidad del asesino desde el principio. Cuando le preguntaba a Ramón Campos si era yo el asesino, me contestaba que no sabía… Quizás, la clave del éxito estuvo en que se mezclaron muchos casos reales para crear esta historia, todo lo que se contaba tenía algo de realidad.
A partir de esa serie, la figura de Ramón Campos y Bambú Producciones comenzaron a tomar impulso en nuestra industria…
Ramón Campos tiene una creatividad productiva. Ahora ya está coproduciendo con Estados Unidos una serie. Sabe muy bien cómo funciona el medio televisivo y siempre cuenta con directores que han hecho cine. Creo que se les está quedando pequeño España, por eso se van fuera. Diseñan series que en Estados Unidos irían a los grandes canales de cable. Tenemos una industria televisiva cada vez más fuerte y ver cómo algunos espectadores critican nuestras producciones por el hecho de que no tengan, por ejemplo, decorados perfectos… Yo les diría que si tuviésemos la mitad del presupuesto que tienen en Estados Unidos por capítulo conseguiríamos unos resultados alucinantes. No obstante, con lo que tenemos, hacemos verdaderas maravillas.
¿Qué lugar ocupa en su carrera el doblaje?
He vivido durante temporadas largas del doblaje. De hecho, entré en una etapa profesional en la que tenía poco trabajo. Lo primero que quiero es hacer caer ese mito de que el doblaje lo inventó Franco. Realmente, fueron los estudios americanos los que decidieron doblar sus películas cuando empezó el cine sonoro para poder exportarlas a todo el mundo. El primer estudio de doblaje estuvo en París y el primer director de doblaje español fue Luis Buñuel.
Lleva bastante sin subirse a un escenario, ¿No le pica el gusanillo?
Me gustaría volver a hacer teatro. Hace un par de años estuve a punto de hacer una obra, pero diferencias con el productor hicieron que se cayese el proyecto. Ahora que lo pienso bien es absurdo que no me hayan llamado para hacer teatro en tanto tiempo. Este oficio es francamente raro. Cuando empecé a hacer cine, hubo una temporada en que no dejó de sonar el teléfono. Y con la tele, lo mismo y, de repente, desapareces.
¿Hubo un momento en el que quiso ser actor?
De alguna forma creo que eso ya estaba dentro de mi desde bien pequeñito. Tengo algunos recuerdos grabados en mi mente. Me acuerdo perfectamente de que empecé de niño a distinguir lo que era un ARTISTA, así con todas las letras mayúsculas. Recuerdo ver a Raphael con su Balada triste de trompeta, al gran Jerry Lewis e incluso a Tarzán. El actor quiere hacer de pirata sabiendo que es mentira. Que te paguen por ello es un logro.
Y años después se lió la manta a la cabeza y montó compañía propia…
Entré muy peleón en esta profesión. Salí escaldado de los tiempos con mi compañía, aunque a nivel artístico terminé muy contento. La primera función que hicimos me la machacaron de una forma… Se llamaba La parte contratante y era una crítica a la estructura cultural del país. Luego hice un cabaret portátil, Melilla tuvo que ser. Luego monté un espectáculo que hicimos con mucho éxito hasta que los socialistas nos la machacaron. Se supone que estábamos en una sociedad progresista, pero nos impusieron una cierta censura en la época de Felipe. Les molestó que hubiésemos actuado en las cárceles sin consentimientos de los del PSOE. Fue una época terrible, solo los amigos del partido del gobierno tenían trabajo en esa época. Se tiraba el dinero público de una forma tan descarada que el director de un festivalucho de pueblo podía vivir con ese trabajo todo el año entero.
¿Cree que vivimos en una sociedad que no valora suficiente los bienes culturales?
Desde luego. La cultura del todo gratis en la que vivimos instalados es una verdadera vergüenza. Los Anonymous se consideran anarquistas y están muy orgullosos de robarnos el trabajo a los demás, pero se esconden tras una máscara. Su actitud es muy cobarde. Cuando veo cómo se ha lucrado el gordo ese con las descargas ilegales me produce una repugnancia indescriptible.
¿Con qué proyectos le gustaría seguir “jugando” a esta profesión?
Quiero que haya una ciclogénesis explosiva en la cultura y ser parte activa de ella. Que esos fenómenos alternativos que han llegado a la escena se conviertan en algo rentable, que puedan vivir de su trabajo humildemente los que participan en ellos.